Ya vamos por el cuarto post de la serie “Un mundo Fantastik de colores”. El objetivo es recopilar rincones del mundo que representan muy bien la filosofía de Fantastik. Lugares muy auténticos, originales y desde luego con muchos colores por todos los lados. Te dejamos este enlace para verlos todos juntos en Instagram.
El cementerio alegre en Rumanía

Tuvimos un momento muy “eureka!” cuando descubrimos este sitio por primera vez. Y es que es un lugar realmente único en el mundo. Puede parecer contradictorio, pero así lo es, un cementerio alegre, y está ubicado en el pueblo de Săpânţa, norte de Rumanía, muy cerca de la frontera con Ucrania.
Aquí el tema de la muerte se aleja mucho de cómo las sociedades europeas lo perciben, es decir, como algo triste y solemne. Las lápidas con forma de cruz pintadas con estilo naïf evocan ligereza, alegría y por qué no, un poco de humor…
El proyecto fue iniciado por Stan Ioan Pătraş, un joven escultor que empezó a esculpir en las tumbas de madera pequeños epitafios escritos en primera persona. Él quería plasmar una tradición funeraria del pueblo, en la que amigos y familiares se reunían para recordar anécdotas divertidas de la persona que estaba siendo velada. Con el tiempo añadió también imágenes y su estilo se hizo cada vez más popular y demandado. Tras la muerte de Pătraş en 1977, la tradición la recogió su discípulo, Dumitru Pop, que pasó a vivir en la casa de su maestro. Más tarde la convirtió en un taller y un museo, y hoy todo el recinto, con más de 800 tumbas, atrae a muchos turistas curiosos.



Todas las cruces están pintadas con rojos, verdes, amarillos y blancos. Para el fondo se utiliza un azul conocido como “Azul Sapanta”. Cada lápida lleva un texto y una ilustración sobre la persona que allí yace, cómo vivía o cómo murió. Entre las más curiosas, la de la niña arrollada por un coche, la de la bronca con la suegra y la del borracho en cuyo texto se lee “morí porque la muerte me obligó”. Se dice que este curioso cementerio hace honor a una antigua filosofía de la cultura dacia, en la que la muerte era un momento de alegría y esperanza para una vida mejor.

Xochimilco: un poco de Venecia en México
Es un gusto incluir en esta lista un lugar al cual ya fuimos varias veces y donde siempre buscamos visitar cuando nos vamos a México. Xochimilco es una región humilde del sur de la Ciudad de México, y allí se encuentran los famosos canales con el mismo nombre. Son los vestigios de un enorme sistema de transporte de agua que construyeron los aztecas.
La zona tiene particular importancia por la existencia de las chinampas, que son unas balsas flotantes cubiertas con tierra utilizadas para la agricultura. Sirvieron para cultivar flores, verduras y frutas, ampliando así el terreno por encima de lagos y lagunas del Valle de México. Es una técnica agrícola mesoamericana desarrollada y compartida por varios pueblos. En 1987 la Unesco proclamó las chinampas de Xochimilco como patrimonio cultural de la Humanidad.

En los canales se pueden alquilar unas barcas llamadas trajineras, con capacidad para unas 10 o 15 personas. El ambiente es festivo, sobre todo los fines de semana, cuando la población local y los muchos turistas que visitan Xochimilco pasean con las embarcaciones. Mientras tanto, pasan navegando vendedores de comida, flores, artesanos y mariachis ofreciendo su música. Nosotros mismos nos pegamos ya unas cuantas fiestas allí…
Las trajineras están pintadas con colores chillones, tienen un arco delantero muy kitsch, y además llevan nombres de mujer. Pero si crees que todas se llaman Lupita, María o Carmen, estás muy equivocado. Dado que los mexicanos son muy inventivos, y por competir en llamar la atención de los turistas, en los últimos años se han visto nombres tan estrafalarios como “La Güera“, “Mi Bebito Fiu Fiu” o como decía la mítica presentadora Laura Bozzo, “Que Pase el Desgraciadoooooo“…
Los vecinos del arco-iris en Berlín
El último lugar de esta lista es en realidad uno de los primeros posts que hicimos en Instagram sobre lugares curiosos, incluso antes de la pandemia. Se trata del barrio de Lichtenberg, en la zona oeste de Berlín.
En esta parte de la ciudad aún se puede apreciar lo que fue el desarrollo urbano en la época comunista, como por ejemplo, los Plattenbau. Bloques de edificios prefabricados con sus fachadas grises y líneas simples, diseñados con una preocupación comunista por la vida puritana. Estas edificaciones utilizaban paneles de hormigón que se instalaban de manera rápida y sin demasiado gasto. Así reducían el coste y los tiempos de construcción, a la vez que aumentaban el número de viviendas en las ciudades después de la Segunda Guerra.

Después de la caída del muro, el barrio se fue transformando de forma rápida. La llegada de inmigrantes de todo el mundo, la convivencia social y la gentrificación hacen que la zona no esté exenta de polémicas. Pero lo que no se puede negar es que visualmente ha mejorado mucho con las intervenciones de arte urbano que se han ido creando con los años, como las obras de los artistas JBAK y Zebu, entre otros. Uno de los primeros murales a ser pintados fue en la esquina de las calles Möllendorffstraße y Herzbergstraße. Uniendo los dos edificios blancos, un gran arco-iris que llena de color este rincón de la ciudad.