Actualmente, si les pides a los niños y niñas que te hablen de cromos coleccionables, seguramente lo que te dirán estará relacionado con el fútbol o con alguna serie de televisión o dibujo animado. Y, si tienen suerte, te dirán que solo les faltan esta o aquella figurita para completar su preciado álbum.
El origen de la palabra “cromo de picar” en español viene del término cromolitografía, que es una técnica de impresión en color inventada en la segunda mitad del siglo XIX. Pero en realidad deberíamos rescatar un origen aún más antiguo, uno que remonta a la época renacentista, alrededor del siglo XVII o XVIII.
El scrapbook o libro de recortes

Si te interesa las manualidades, es probable que ya lo conozcas. Pero para quienes no lo sepan, el término scrapbooking viene del inglés “scrap”, que significa trozo o recorte, y “book”, que hace referencia a un libro. Es una técnica muy utilizada en proyectos DIY (do-it-yourself) para personalizar y decorar álbumes de fotos, tarjetas, cuadernos, etc.
Lo que a lo mejor desconocías es que desde el siglo XV hay constancia de que los europeos nobles y cultos llevaban algo parecido a un scrapbook. Se llamaban “libros comunes” y eran la manera con la que las personas organizaban su vida y recopilaban la información que les llegaba a través de distintas fuentes. En el siglo XIX se inventó la imprenta automática y de repente los libros y textos impresos se hicieron mucho más accesibles. La gente empezó entonces a coleccionar tarjetas de visita, postales, tarjetas de oración, tarjetas publicitarias y recortes de periódico. En sus cuadernos, mezclaban anotaciones, dibujados a mano, acuarelas y diversos trozos de texto impreso.
Los cromos troquelados de la era victoriana
El segundo gran cambio en los libros de recortes se dió con la litografía, una técnica de reproducción de grabados muy barata, con la que muchos artistas empezaron a reproducir e imprimir sus ilustraciones en mayor escala.

A partir de 1837, ya en el periodo de la reina Victoria, la impresión de estas ilustraciones se hizo en color con la cromolitografía. Pronto la gente empezó a coleccionar y a recortar estos dibujos en color para decorar los álbumes y diarios personales. Se utilizaban también en decoupage, pegados sobre una caja, biombo, silla u otra superficie, y luego barnizados muchas veces. El efecto final era como si el diseño se hubiera pintado.
Las imprentas vieron este auge y comenzaron a producir hojas completas de ilustraciones en color, barnizados, en relieve y además «listos para usar». Es decir, ya venían prerecortados con la forma aproximada de la imagen y se unían solo con pequeñas tiras de papel para mantenerlos en su sitio. Así, la gente ya no tenía que recortar a mano los dibujos, lo que ayudó a que las ventas se disparasen. Entre los temas preferidos, destacaban las plantas y animales, los niños, el circo, ángeles, figuras religiosas, escenas navideñas o el día de San Valentín.
Además de Inglaterra, Alemania, Austria y Francia fueron países en los que la producción de estas ilustraciones se hacía con gran calidad. Se utilizaban también con fines promocionales por varias empresas, especialmente la industria de galletas y del chocolate, como regalo para atraer más clientes.
El cromo de picar en España
La fiebre de los cromos llegó en nuestro país aproximadamente a finales del siglo XIX, principalmente con las cajas de galletas y chocolatinas. La empresa Chocolates Amatller de Barcelona fue una de las pioneras en promocionarse en España, con carteles y cromos diseñados por artistas de la talla de Alphonse Mucha y Alexandre de Riquer.
En Inglaterra el nombre de estas piezas era “scrap relief”, en alusión a los libros de recortes. Como dijimos al inicio, aquí en España se les llamaban simplemente “cromos”, o de manera más descriptiva, “cromos troquelados”. Pero también podían ser “cromos de picar” o “cromos de palma”. Estos dos últimos términos se deben a un uso recreativo particular en España. Además de coleccionarlos, los niños aquí también jugaban con ellos. El juego consistía en colectar cromos de varios niños y distribuirlos en una superficie, girados hacia abajo. Entonces, con la palma de la mano ahuecada, los chavales picaban a ver si algún cromo caía boca arriba. Si así fuera, este niño se quedaba con el cromo.
En la actualidad el cromo de picar se ha visto desplazado por las pegatinas coleccionables de deportes y dibujos animados y los extensos álbumes. Quedan pocas empresas que los siguen fabricando a la manera de la época victoriana. Una de ellas es la conocida empresa Mamelok, de origen polaco y con más de un siglo de historia.
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